No suelo hablar demasiado de temas personales y de mi trabajo, pero un cambio de trabajo después de 3 años en la misma empresa, al menos merecían un pequeño post. No voy a decir ni nombres de empresas, ni tampoco hablaré sobre personas en concreto, simplemente quiero recordar algunas cosas que han pasado durante este periodo de mi vida.
Por si alguien no lo sabía, estaba en una empresa directamente relacionada con el mundo de la tochana, si aquel mundo en el que antes con la nómina, te ponían una alfombra en cada sucursal bancaria, y ahora te tratan como si fueras un delincuente, cuando precisamente los grandes beneficiados de esta crisi inmobiliaria, han sido ellos, que han estado realizando hipotecas y más hipotecas con un dinero que nunca ha existido. No voy a hablar de la crisis, para eso hay miles de blogs que seguramente lo hacen mejor que yo, todo y que yo podría hacerlo mucho mejor que muchos pseudo expertos, ya que yo, o mejor dicho mi anterior empresa lo han vivido de primera mano, no sólo durante el día sino durante muchas noches, y sino que se lo digan a mi anterior jefe.
En parte debido a que no había otra opción, y en parte, porque necesitaba un pequeño cambio, mi actual empresa no se dedica a la edificación, sino a un mundo un poco diferente, al sector de instalaciones y obra civil, que no depende directamente de la construcción. Porque digo que no depende directamente si parecen mundos diferentes, por una sencilla razón, en un país donde su economía depende de forma mayoritaria del turismo y la edificación, hasta una simple fábrica de helados nota que uno de los principales pilares no ande fuerte. En vez de diversificar la economía, hemos creado un país a base de la especulación inmobiliaria, y de mastodónticos complejos veraniegos. Eso a la larga, tenía que pasar factura, y lo ha hecho, los más de 3 millones de parados así lo testifican.
Ahora ya no trabajo en Cambrils, sino que lo hago en un pueblo más interior, Vilabella, una pequeña localidad de la comarca de l’Alt Camp, que nada tiene que ver con la población costera del Baix Camp. Ambos pueblos son totalmente diferentes, y la aglomeración de Cambrils en verano, choca frontalmente con la tranquilidad de un pueblo dedicado principalmente a la agricultura. Otra cosa que ha cambiado, y en este caso creo que para bien, es que ya no lo hago en un polígono, lleno de hormigón, sino en una granja habilitada como oficina. Tiene su gracia, el trabajar rodeado de naturaleza, respiras un aire más limpio, e incluso mi nuevo compañero esta muy contento de verme todos los días a las 8 de la mañana. Se trata de un perro que esta más preocupado en jugar, que en dejarme trabajar. Pero claro, no todo serán ventajas el trabajar en una granja, y sino, me remonto al viernes pasado, donde después de 10 minutos removiendo los muebles de la oficina, pudimos dar caza a un inquilino no deseado, si señoras y señores, un pequeño ratón no quería dejarnos a solas, ni al perro ni a mí.
A parte de estas pequeñas anécdotas, de momento estoy contento, básicamente porque no estoy en el paro. Si quizás suene a egoísta, pero es que después de un mes de junio donde todo era incierto, se agradece que puedas ver una pequeña luz, al final del túnel.