He de reconocer que soy de las personas que suelo cambiar de opinión a menudo, aunque quizás mas bien diría que soy impulsivo, y cuando recapacitó suelo cambiar el punto de vista de las cosas. Esta cualidad interna la suelo llevar también a mi aspecto exterior, me gusta cambiar a menudo de imagen, ya que me suelo cansar muy rápidamente de mi apariencia física.
Los cambios más habituales que suelo realizar tienen que ver con el pelo de mi cara, es decir si a esta cualidad de cambiar de imagen le añado mi pereza por afeitarme, la barba, y sobretodo la perilla suele ir apareciendo y desapareciendo como si del Guadiana se tratará. También es cierto que ya no me suelo dejar perilla tan asiduamente como antes, y la culpa de tal decrecimiento en este hábito casi periódico, la tiene la edad. ¿Qué tiene que ver la edad con dejarme barba?, pues muy simple, desde hace un par de años esta empieza a salir con demasiados pelos blancos, y estéticamente a mi no me acaba de hacer el peso. Por mucho que digan que las canas son atractivas, eso sólo cuela con el George Clooney y el Richard Gere, y no precisamente por su pelo blanco.
Si retrocedo unos cuantos años, más concretamente en mi época universitaria, la barba era señal de época de exámenes. Cuando llegaba el momento de parar las clases para empezar a examinarme, me dejaba el bello en la cara en forma de barba espesa. Como todo, también tenía su explicación, y es que en los primeros exámenes, debido a la dejadez por afeitarme, aparecí a mis primeras pruebas universitarias con ella. La cosa resultó, aprobé todos las asignaturas a las que me presenté, así como si de un ritual se tratará, cada convocatoria a final de cuatrimestre me la dejaba, y con ello llegaban los aprobados. He de decir, que en toda mi época universitaria, no suspendí ningún examen al cual me presente. Hay gente que le gusta pensar que iba preparado y por eso aprobaba, que va, la verdad es más simple, la barba me daba inteligencia (ya he soltado la chorrada del día al estilo pulpo Paul).
Pero mis cambios de look no sólo se quedaban en el pelo de la cara. Dos veces me teñí el pelo. El primer intento, casero todo hay que decirlo, al comprar el tinte rubio, y poseer mi pelo natural un color castaño oscuro, el resultado fue un poco penoso, ya que cometí el error de no desteñirlo con anterioridad. Poseo alguna foto pero mejor no mostrarla, pero la segunda recurrí a una peluquería y me hice mechas rubias. Aquí el resultado si fue mejor, y es el que podéis ver en la foto que acompaña este post.
Y porque cuento todo esto, por una simple razón. Hoy al comprar en el Mercadona la comida para subsistir los próximos días, me he detenido en la zona de tintes de pelo. Me ha hecho gracia recordar aquellos episodios de mi época universitaria, y porque no decirlo, me han entrado ganas de un nuevo cambio de look.